Desde las entrañas de Cartagena, una lideresa campesina impulsa la Reforma Agraria

Imagen
lideresa-campesina-de-cartagena-junto-a-su-perro

Conversar con Gladys Montes Manjarrés es recibir un impulso de vida.

Tiene una actividad social incansable. Su día a día transcurre entre reuniones con su comunidad, peticiones a entidades públicas para hacer exigibilidad de derechos, sus ventas de las cuales deriva su sustento y el de su familia, su participación en diferentes mesas y espacios como mujer, lideresa campesina y víctima del conflicto. 

También entre el cuidado que desde hace 12 años asumió de ‘Los Talleres’, un espacio que otrora fue un centro de capacitación y al que quiere convertir en espacio de encuentro comunitario, en el que además tiene cultivos de yuca, ñame, plátano, papaya, entre otros; y asimismo transcurre su existencia entre su más reciente reto: el de demostrar que en una ciudad como Cartagena hay mucha gente que deriva su sustento de la actividad agraria, es decir, hay campesinas y campesinos. 

 

Gladys es una hormiguita sin descanso.

Actualmente, es la coordinadora del Comité de Impulso de la Reforma Agraria en Cartagena, cuyo propósito principal es conformar el Comité Distrital de Reforma Agraria en la capital bolivarense. Además, es la presidenta del sector 18 de Enero en el barrio Nelson Mandela, uno de los más grandes y empobrecidos de la ciudad. También es una de las lideresas del movimiento Baluarte Campesino Colombia, y la lista sigue. 

Nació en Chiquí, vereda de San Bernardo del Viento, un municipio del departamento de Córdoba que está cerca del Golfo de Morrosquillo, sitio turístico, no obstante, corredor de droga de estructuras criminales. Allí hizo labor social y comunitaria con otro grupo de jóvenes, “sin dimensionar que esa labor comunitaria ya incomodaba a esa gente, y entonces nos mandaron a matar”, dice.

Hasta la fecha, a sus 60 años, Gladys no sabe por qué no se llevó a cabo la orden, solo supo que alguien dentro del mismo grupo armado dijo: “No maten a esos muchachos, que son sanos, ellos no se meten con nadie”. Sin embargo, perdonarle la vida significó para Gladys su primer desplazamiento: salir a los 22 años, con un hijo en brazos, y dejar atrás su vida rural, su familia y su labor comunitaria.

Aun así, nadie le quitó las ganas de trabajar por el territorio, ni el empuje de salir adelante.

 

Nelson Mandela: un nuevo hogar, pero la misma violencia

Hace 38 años llegó a Cartagena. Primero estuvo en el barrio La Sierrita, y a los pocos meses, con varios vecinos, decidió irse para unos predios que estaban más adelante, a los que decidieron llamar Nelson Mandela. Lo que para ellos empezó a ser su hogar, para las autoridades era una invasión donde se asentaron desplazados del conflicto armado provenientes de Córdoba, Urabá, Antioquia y zonas de Bolívar, como Montes de María, además de los pobres históricos de Cartagena, que ya no cabían en los barrios donde vivían “los de siempre”, porque la gentrificación los fue excluyendo poco a poco de su territorio. 

Todos llegaron al Nelson Mandela con la promesa y el anhelo de tener un pedacito de tierra para vivir con sus familias.

Con el crecimiento del barrio llegaron nuevos problemas. Desde las precariedades económicas, levantar sus casas en madera e irlas “parando” poco a poco con los problemas de salud pública que generaban las aguas negras y las heces corriendo por las calles, pasando por las peleas de pandillas con los pelados de La Sierrita y otros barrios vecinos, hasta la presencia de actores armados que nuevamente se incomodaron por la labor social de Gladys y otros líderes sociales. Las listas donde incluían sus nombres y les amenazaban de muerte iban y venían con pocos meses de diferencia, pero ellos seguían en su labor social, resistiendo. Con miedo, sí, pero resistiendo.

“En Nelson Mandela tenemos ocho líderes sociales asesinados”, recuerda. “Pero el que más nos dolió fue Manuel”. Gladys habla de Manuel López, un líder social que fue asesinado en 2007 porque se oponía a la conformación de “bloques de seguridad”, que estaban liderados por grupos paramilitares emergentes. 

Con la muerte de Manuel vino un nuevo desplazamiento, intraurbano esta vez, porque nuevamente se vio desprotegida por el Estado y con la muerte respirándole en la nuca. 

Ya con tres hijos, y siendo madre cabeza de familia, a Gladys y otros líderes más los llevaron a una finca en un corregimiento de Cartagena, sin embargo, se regresó al Nelson Mandela porque, afirma, “en esa zona donde quedaba la finca corríamos más peligro que acá en el barrio”.

Y es que, para Gladys, Mandela es su lugar seguro, así sea que precisamente de allí hayan surgido varias veces las amenazas de asesinarla por su labor comunitaria. Le ha tocado salir varias veces, pero apenas puede, regresa a su territorio.

 

Volver al campo… dentro de la ciudad

A finales del 2011, Gladys emprendió una nueva labor: recuperar ‘Los Talleres’ para el disfrute de la comunidad. ‘Talleres Jesús Maestro’ fue un proyecto que, con recursos de cooperación internacional, la Alcaldía de Cartagena abrió a comienzos del 2000. Allí había talleres de carpintería, pintura, modistería y otros oficios, y durante algunos años funcionó muy bien, pero luego de dejar de recibir aportes internacionales, poco a poco fue cayendo en el abandono y la desidia. 

“Hacia el 2012 ya esto tenía más de tres años abandonado, aquí venían era a consumir vicio, a hacer cosas malas. Yo me metí aquí y poco a poco lo fui recuperando, de pura terquedad, porque nadie me daba un peso, pero empezamos a tener un espacio comunitario. Cualquier reunión o actividad de la comunidad la hacemos aquí”, expresa con orgullo esta lideresa. 

Hoy el espacio es un sitio de encuentro de la comunidad. Pero, además, se ha convertido en una huerta que tiene sembrados de yuca, plátano, ñame, mango, papaya, limón, naranja, entre otros alimentos.

“Aquí me he vuelto a sentir como en el campo, como en mi infancia y adolescencia, donde vivía rodeada de animales y cultivos”, dice con satisfacción.

Su compañero de aventuras en el cuidado de ‘Los Talleres’ es Bensemá, un perro criollo que sirve de guardián del sitio y le sigue dando la misma alegría al verlo, como cuando lo trajo hace siete años. 

Aunque ‘Los Talleres’ actualmente está en un limbo jurídico, Gladys ruega para que pronto se resuelva y se constituya en un centro exclusivo para la comunidad.

 

Reforma Agraria, promesa cumplida de la paz

“Yo tengo 60 años, pero le pido a Dios que me dé 100 para poder ver los frutos de la Reforma Agraria”, así resume Gladys su emoción por estar viviendo la Reforma Agraria contemplada en los Acuerdos de Paz. 

Se dio a la tarea de coordinar el Comité de Impulso de la Reforma Agraria, un espacio que busca conformar el Comité Distrital de Reforma Agraria de Cartagena.

“Mira, Cartagena tiene más de 20 corregimientos e islas, y barrios como el nuestro a donde la gente llegó siendo campesina y sigue siendo campesina. Por no tener un pedacito de tierra no dejamos de ser campesinos, muchos se van de jornaleros en fincas o alquilan un pedazo para cultivar, porque la vocación campesina no se nos quita”, explica. 

Gladys lleva un par de meses reuniéndose con pescadores, organizaciones de campesinos de corregimientos como Bayunca, Pasacaballos, Arroyo de Piedra, para explicarles por qué es necesario conformar el Comité, contemplado en la Ley 160 de 1994 e impulsado por la Agencia Nacional de Tierras no solamente en Bolívar, sino en todo el país.

“Lo que más nos aqueja en Cartagena es el hambre, hay mucha hambre aquí, si comemos en la tarde, no tenemos para comer en la noche. No hay soberanía alimentaria, sabiendo que tenemos tierras para producir alimentos”, continúa Gladys. 

Por esa necesidad de saciar el hambre de su gente, Gladys se ha abanderado de la Reforma Agraria, porque sabe que esta es una oportunidad única para el campesinado colombiano. “Ningún gobierno había mirado para acá como este Gobierno”, sentencia.

Seleccione esta opción como atajo para volver a la parte superior de esta página.